Soy una persona activa. ¿La Maratón de Nueva York? ¡La he corrido! ¿Tour en bicicleta por los Alpes? Por supuesto. Así que cuando tuve la oportunidad de unirme a una travesía científica por el Pirineo español inmediatamente decidí apuntarme. Iba a vivir como un cavernícola durante diez días. Teóricamente si haces sufrir a tu cuerpo de vez en cuando, puedes evitar o curar enfermedades modernas como la obesidad, la diabetes y la depresión.
Así que aquí estoy, en agosto de 2012, en una cueva de Salás del Pallars (Lérida), una especie de Gran Cañón al norte de España. Junto a otros diez “cavernícolas” de Holanda, Italia, Gran Bretaña y España comparto la vista de las cumbres y gargantas que brillan en tonos rojizos bajo el sol del atardecer.
Entonces el profesor Leo Pruimboom comienza su conferencia introductoria. Este científico de 51 años que trabaja para las universidades de Gerona, Santiago de Compostela y Lisboa, es experto en una nueva ciencia, la psico- neuro-inmunología, que investiga el vínculo existente entre la alimentación, el ejercicio y las enfermedades.
En esencia se trata de que el hombre moderno es débil y protesta al menor síntoma de frío, calor, hambre o peligro. Y eso después de que el hombre deambulara cazando durante cientos de miles de años desde la estepa hasta el ártico o el desierto antes de caer dormido delante de la tele con una bolsa de patatas fritas en las manos. ‘Nuestro cuerpo fue creado para resistir todas esas molestias,’ afirma Pruimboom. ‘Genéticamente somos prácticamente idénticos al hombre prehistórico.’
Con ojos brillantes afirma: ‘Es más: nuestro cuerpo crece sano cuando lo ponemos a prueba’. Y en eso consiste el experimento: ponernos a prueba.
Pruimboom no solo ha seleccionado un territorio duro y desértico para nuestro experimento, sino también un clima extremo. Durante el día, la temperatura se eleva por encima de los 40 grados centígrados, pero debemos mantener la temperatura de nuestro cuerpo a 36,5. La temperatura neutral al aire libre es de 23 grados. Por tanto, tenemos que reducirla 17 grados. Eso requiere mucha energía que consume nuestra grasa corporal. ‘Somos capaces de regular nuestra temperatura nosotros mismos’ explica Pruimboom. ‘Esa es otra cualidad que estamos perdiendo rápidamente. Incluso antes de que haga frío en invierno encendemos la calefacción y antes de que el calor nos moleste, tenemos el aire acondicionado funcionando a pleno rendimiento. El cuerpo se hace mucho más resistente cuando lo expones al calor y al frío regularmente. Es mucho mejor para la salud. Pillamos constantemente resfriados o gripe. ¡No hay necesidad de todo eso! Y como recompensa pierdes peso’.
Todos los días seguimos el mismo ritmo. Nos levantamos al amanecer y nos vamos a la cama cuando oscurece, para permitir que el cuerpo siga su ritmo natural, el biorritmo, que influye en todo tipo de procesos: el hambre, la sed, la necesidad de energía. En nuestra sociedad moderna con la luz artificial y la presión de adaptarse al horario comercial, perturbamos nuestro biorritmo. Aquí, en la naturaleza, aprendemos a escucharlo de nuevo. Tardo unos días, pero después noto que me cuesta irme a dormir más tarde.
Nos saltamos el desayuno. Pruimboom afirma que no deberíamos tener hambre si has disfrutado de una buena cena por la noche. ‘Durante la noche descansas y la comida que digieres está disponible en forma de energía al día siguiente’, explica. Así es como funciona con los animales salvajes; y con nosotros ahora también. Todas las mañanas siento que tengo la cabeza muy despejada y estoy animado.
Nos pasamos el día caminando, trepando, reptando y escalando. Durante horas cada día. El sol nos abrasa desde lo alto. Tengo la lengua pegada al paladar, y la garganta como óxido.
‘Es FANTÁSTICO tener sed de vez en cuando,’ jalea Pruimboom cuando empezamos a quejarnos. ‘Nuestros antiguos ancestros no iban con comida y agua todo el día. Estaban programados para la escasez y nosotros también, en esencia. Al vivir en la naturaleza, sabían que tenían que ahorrar comida y agua y a menudo se veían obligados a pasar sin comer varios días o encontraban una fuente que se había secado’. Pruimboom advierte: ‘Dale descanso a tus intestinos’. Si comes o bebes al primer síntoma de hambre o sed, los saturas. ‘Y deja los refrescos con azúcares industriales. Solo te darán más sed.’ Es mucho mejor beber una sola vez para aplacar a conciencia la sed, como el hombre de las cavernas que por fin encuentra una fuente.Aprendemos a posponer la sed. Cuanto más aguanto, más me acostumbro a esa sequedad en la garganta y menos me molesta.
Los hombres de las cavernas comían lo que podían conseguir. Recolectaban verduras, raíces, frutos secos, semillas y fruta y también recogían huevos. Pero también iban de caza: insectos, aves, caza mayor y peces. El hombre prehistórico no bebía leche (las vacas salvajes no podían ordeñarse) ni comía cereales o patatas (no se conocían). Esa parece ser nuestra dieta básica. Pruimboom afirma que contiene ingredientes dañinos para nuestra salud porque nuestro organismo no los puede procesar. Afirma que nuestro organismo incluso produce anticuerpos contra los cereales.
En mi vida he matado una mosca, así que tengo que hacer un verdadero esfuerzo ante la perspectiva de matar a un tierno conejo. Observo con horror cómo nuestro guía catalán, Josep Angel, de 44 años, hace la demostración. Golpea al conejo que hemos encontrado inconsciente con un golpe firme de karate en el cuello. ‘Ahora no sentirá nada’, nos consuela.
Jeroen, otro holandés del grupo, da un paso al frente. Con pinta de desesperado arranca la cabeza al animal. La sangre sale a chorros por el cuello. Mientras el guía sujeta las patas traseras del conejo, yo lo despellejo. Me sorprende lo fácil que resulta. Sobre la hoguera, el conejo está buenísimo.
Al día siguiente vamos a pescar. Necesitábamos proteínas y grasas. ‘Es parte de la vida; de nuestro programa prehistórico,’ oímos decir a Pruimboom. Cuando sientes que necesitas comer, es más fácil traspasar tus límites emocionales. Eso aprendí allí mismo.
Tras esos diez días, ya he tenido bastante. Quiero dormir en una cama, comer en una mesa y darme una buena ducha, porque solo nos hemos podido bañar cuando encontramos agua.
Pero el sentimiento general es el de satisfacción. Mi cuerpo está en paz. Tengo la cabeza extraordinariamente fresca y ligera. Y también tengo la sensación de querer ser más fuerte y activo. ‘Ese es el sentimiento absolutamente natural’, afirma Leo Pruimboom. ‘Así es como se debería sentir el hombre.’
Seis meses después, sigo sintiéndome en forma, física y mentalmente. Me gustaría poder conservar el sentimiento natural, pero no puedo deambular por los Pirineos el resto de mi vida. Tengo obligaciones, así que he encontrado algunos de los principios de los primitivos que puedo poner en práctica, siempre que mi agenda lo permita.