Joy Swift fue la primera en experimentar un tipo de alojamiento muy original. Se considera la creadora del “fin de semana para resolver un asesinato” interactivo en el que los huéspedes del hotel son testigos directos de uno o más asesinatos ficticios y se convierten en detectives siguiendo las pistas y las huellas del asesino. Lo llevó a cabo por primera vez con actores de incógnito entre los huéspedes de un hotel cerca de Liverpool, en 1981.
La idea de jugar a ser el detective Hércules Poirot, personaje de las novelas de Agatha Christie, tuvo éxito de forma inmediata y sigue siendo a día de hoy una forma entretenida y popular de pasar un fin de semana fuera de casa. Pero las experiencias vacacionales y de ocio se han ampliado extraordinariamente desde entonces.
Como un guerrero mongol
En el otro extremo están los que disfrutan entrenando durante 3 días para formarse como guerreros de Genghis Khan en Mongolia. Afortunadamente, esta experiencia evita la inclinación que el Sr. Khan sentía hacia las masacres para centrarse en actividades más productivas.
Entre las destrezas en la naturaleza, te enseñan a coger un arco y una flecha y cómo disparar —mientras estás a caballo— y cómo vivir en una tienda tradicional mongola. Aprendes las técnicas de lucha libre de un guerrero mongol, así como a encender varias hogueras al mismo tiempo (para confundir al enemigo) y cómo preparar las armas. Todo en 72 horas.
Una entusiasta precoz, Clare Jones, dijo: “Con cada actividad aprendíamos un poco más lo que significa ser un mongol”.
Jugar a indios
Más cerca tenemos el gusto por hacer el indio, o la representación de un indio americano nativo, basado en el lejano oeste. En los años 60 del siglo pasado, las películas protagonizadas por el apache Winnetou, volvieron a avivar la llama.
Es particularmente popular en Alemania, donde unos 40.000 seguidores van a retiros de fin de semana para celebrar asambleas de indígenas americanos. Una serie de campamentos de verano de una o dos semanas, a veces misteriosos, atraen a los más devotos hacia la idea de un estilo de vida básico, mientras representan su versión, de algún modo romántica, de la cultura tradicional de los indios de las llanuras: pero eso sí, con una comida mejor.
La fotógrafa canadiense Jen Osborne ha asistido a las comunidades “indianistas” en Hungría, Polonia y la República Checa, así como en Alemania. “Algunas personas los representan por diversión, mientras que otras se identifican más con la auténtica esencia americana”, afirma. Ve las reuniones como una “vía de escape a otra realidad que es más interesante y exótica”.
Un tour por Chernóbil
Si la perspectiva de visitar Pompeya o el Partenón nos hace sentir como si fuéramos demasiado previsibles, podemos contemplar la posibilidad de visitar unas modernas ruinas poco convencionales: el reactor nuclear número 4 de Chernóbil.
No, no hace falta que lleves un contador Geiger. El escenario del peor desastre nuclear de la historia en abril de 1986 se despliega ahora bajo el reluciente arco de acero de una estructura diseñada y construida por los franceses: un nuevo confinamiento seguro. Ha costado 1.500 millones de euros, pesa 36.000 toneladas y cubre el primer refugio de hormigón construido en los meses posteriores al accidente, a fin de contener los materiales radiactivos.
Sergii Mirnyi era uno de los científicos responsables del reconocimiento de la radiación y del control in situ en 1986. En la actualidad, organiza tours que se pueden reservar desde cualquier punto de Europa, cuya duración puede variar de un día a una semana. Lleva a los visitantes al lugar donde se encuentra el reactor, en la ciudad de Chernóbil, y a la Zona de Exclusión de 2.600 km2 que, paradójicamente se ha convertido en una reserva natural con ausencia de seres humanos.
Sergii cree firmemente que Chernóbil ya no es un peligro. “Cuando abandono la Zona con un grupo, siento algo similar a lo que sentí cuando salía conduciendo en 1986 formando parte de la columna de vehículos del personal de reconocimiento de la radiación: que, después de mi turno, unas pocas personas estarán más seguras y el mundo es ligeramente diferente: un lugar más limpio y mejor”.
Nadar como sirenas
Siempre podemos pasar un tiempo más glamuroso en la playa. Pero tráete una cola de sirena. La locura empezó en Estados Unidos inspirada en películas como Splash y La Sirenita. Ahora ha llegado a Europa.
Las colas de sirena y tritón más modernas, coloridas y hechas a medida, con escamas de silicona y aletas de formas espectaculares pueden llegar a costar 1.000 euros o más. Pero antes necesitarás cierta formación.
Christian Riel es un alemán formador de 25 años que también trabaja como modelo con el nombre de ‘Chris el tritón’. El año pasado fue la cara, las aletas y la cola de una campaña promocional llevada a cabo por la web Hotels.com para escuelas de sirenas en España, Japón y México.
“Las sirenas son extraordinarias”, afirma Riel. “Las niñas pequeñas no son las únicas que sueñan con ser sirenas. Conozco tritones en Francia, Italia, España, Grecia, Alemania y Bélgica. La gente considera a las sirenas algo mágico, y puedes hacer lo que quieras para hacer realidad tu sueño de convertirte en sirena o tritón. En cuanto a nadar, es muy divertido. ¡Nadas mucho más rápido con cola!”
Una carrera por el Sáhara
La Marathon des Sables puede ser “demasiado” para la mayoría. Esta súper maratón de 251 kilómetros y 6 días a través del Desierto del Sáhara en el sur de Marruecos, se ha denominado también “la carrera más dura del planeta”. Puedes pagar los 3.190 euros para inscribirte en la de 2019, para soportar un recorrido de más de 80 kilómetros, casi una doble maratón, en un solo día.
A Arthur Worsley, viajero y bloguero anglofrancés, le gustan estas aventuras extremas. Comenzó en 2016 junto a cuatro amigos.
“Era una oportunidad para pasar tiempo juntos”, afirma. “Sin distracciones, sin teléfono, sin email: ¿cuántas veces tenemos una oportunidad así?”
Cuando reservó plaza, Arthur apenas podía terminar 3 kilómetros. Tenía 10 meses para ponerse en forma. “Corría en cualquier lugar donde me encontrara”, afirma. “Los perros me seguían. No siempre era fácil, pero era una manera sorprendente de conocer el mundo que me rodeaba”.
Los participantes de la Marathon des Sables deben llevar su comida y otros enseres. Así que Arthur entrenaba con una mochila con más de 20 botellas llenas de Coca-Cola. “Aprendí a luchar con el dolor que conllevan estas carreras extremas y ciertamente me enamoré de ese deporte”.
“Tomar distancia y apreciar el desierto es uno de los motivos que hacen soportable todo el dolor y el sufrimiento. Su inmensidad y belleza te enseñan humildad. Te ayudan a afrontar los problemas desde otra perspectiva. La maratón fue implacable, inolvidable, exigente, fortalecedora, apasionante y una experiencia que te cambia la vida. Repetiría con los ojos cerrados”.
La opción de la Antártida
Cambiar el hielo por la arena del Sáhara es otra forma de experimentar el mundo a nuestro alrededor. Hasta hace poco, el duro e inhóspito séptimo continente era prácticamente inaccesible, pero hoy, siguiendo unas estrictas directrices medioambientales, los turistas pueden navegar entre icebergs y glaciares para ser testigos de lugares apenas vistos por ningún ser humano. No sin sorpresas.
Un viaje centenario que retoma los pasos de la Expedición Antártica Australasiana de 1911-1914 que se quedó bloqueada en el hielo durante una semana y en la que 52 personas tuvieron que ser rescatadas en helicóptero y trasladadas a un hielo flotante junto al rompehielos Aurora Australis, que había intentado antes, sin éxito, llegar hasta el barco atrapado.
El límite es el cielo
Pero un multimillonario japonés se ha asegurado el viaje más estrafalario, y probablemente, más peligroso.
Yusaku Maezawa ha comprado un vuelo en el Big Falcon Rocket del magnate de Tesla y SpaceX, Elon Musk, para él y seis u ocho invitados. Se rumorea que le ha costado 69 millones de euros. Se supone que despegará en 2023 y será el primer viaje de vacaciones de la historia alrededor de la luna.