Está claro: las bolsas de plástico y los vasos desechables, los pañales y las frutas importadas de la otra punta del mundo son nefastos para el medio ambiente, ¿no? Y un producto que se desarrolla en la naturaleza es más ecológico que un aparato electrónico salido de una fábrica, ¿verdad? Pues bien, no siempre es así. Veamos detenidamente.
Respecto a la huella de carbono, la intuición puede ser a veces mala consejera. Tomemos por ejemplo una ensaladera de madera: este objeto, ecológico en apariencia, puede tener consecuencias desastrosas si la madera es de un árbol tropical. En cuanto al algodón que sirve para fabricar las bolsas de la compra, consume mucha agua y muchos insecticidas.
Para calcular la huella ecológica de un producto, no es suficiente con analizar los materiales. También hay que tener en cuenta el destino al final de su vida útil. ¿Será quemado, enterrado o reciclado? Los análisis de los ciclos de vida (ACV) integran el impacto medioambiental de un producto globalmente, desde la producción de materias primas hasta la fase final, teniendo en cuenta todos los flujos de energía y de materiales.
La principal dificultad de este análisis reside en el comportamiento del consumidor, que puede ser desde ir y volver andando a comprar tomates en una tienda de descuento, hasta montarse en su todoterreno para ir a las instalaciones de un productor ecológico en el campo. Las consecuencias no son las mismas. Otro parámetro: la duración de la utilización del objeto. Es mejor utilizar vasos desechables que cambiarlos cada dos años.
ABOGADO DEL DIABLO
¿Has renunciado al pollo por razones éticas y ecológicas y te has hecho vegetariano o vegano? Desde entonces, has descubierto tu pasión por el aguacate, que sustituye a la mantequilla o a los huevos. Una alternativa deliciosa, polivalente y excelente para la salud, porque es rico en ácidos grasos no saturados y vitaminas.
Nada sorprendente, por lo tanto, que las importaciones de esta fruta en Europa se hayan disparado: se han multiplicado por cuatro entre el año 2000 y 2017. Sin embargo, la huella ecológica del aguacate es catastrófica, sobre todo en consumo de agua: se necesitan más de 1.000 litros para producir un kilo de aguacates. Según un estudio realizado por la universidad de Twente, en los Países Bajos, se necesitarían casi 2.000 litros.
Estos cultivos conllevan un grave perjuicio para los países de origen, con frecuencia áridos, como Chile y México, donde el consumo de agua en las grandes plantaciones provoca la desecación de ríos enteros. España es el único país de Europa que destaca por la producción de este alimento, pero esa misma falta de agua impide la expansión de los cultivos.
A esto hay que añadir la energía necesaria para su transporte, para la cadena de frío y las salas de maduración. La huella ecológica del aguacate por lo tanto no es mucho más satisfactoria que la de los pollos criados en batería. Según un estudio de la Unesco, la producción de un kilo de pollo demanda algo menos de 3.000 litros de agua, pero es raro que este producto cruce el Atlántico.
ADOPTA UN INSECTO
¿Es preferible ofrecerle a tu hijo un juguete de peluche o un animal de compañía de carne y hueso? Una decisión difícil de consecuencias afectivas y pedagógicas. En el plano ecológico es muy fácil de tomar: ¡opta por el juguete!
El consumo de energía necesario para la fabricación y transporte de un oso de peluche es relativamente reducido. Investigadores españoles han analizado el producto “Winnie the Pooh Stories and Songs” y publicado sus resultados en la revista Journal of Life Cycle Assessment (Revista de evaluación del ciclo de vida). Este juguete tiene una vida de larga duración, y los propietarios lo conservan generalmente hasta la edad adulta. Además, si le quitamos las pilas, el impacto acumulado del objeto sobre el medio ambiente se reduce en un 50%.
Imposible, por el contrario, quitar el plato o tazón a un perro o un gato. Al parecer, según un estudio reciente publicado en la revista científica PLOS One, el consumo de calorías de los 163 millones de perros y gatos que viven en Estados Unidos representa aproximadamente un 20% del de los humanos. El volumen de materia fecal producida por los animales equivale a un 30% del nuestro. El impacto ecológico de nuestros amigos de cuatro patas se eleva al 25%, o incluso al 30% de la reproducción. Y su alimentación conlleva una emisión de distintos gases de efecto invernadero que equivalen a 62 millones de toneladas de CO2. ¿No quieres renunciar a un animal de compañía? Adopta un insecto palo. ¡La huella ecológica de estos insectos es excelente!
¿POR MAR O AIRE?
Entre los distintos medios de transporte, el trasatlántico para cruceros es uno de los más contaminantes. Contribuye, no solamente al turismo de masas, sino que además provoca también una gran partida de emisiones de óxido de azufre y óxido de nitrógeno a nivel global. En el futuro, algunos trasatlánticos funcionarán con GPL, pero en cualquier caso, solo mejorará algo su impacto ecológico.
Sin embargo, los trasatlánticos son quizás injustamente criticados. En efecto, un estudio de WWF Suiza ha revelado que hacen falta 34 kilos de combustible por pasajero y día en el mar, consumo de electricidad y calefacción para la piscina y el restaurante incluidos. Es menos carburante que el que hace falta para transportar un veraneante de Múnich a Mallorca en avión.
DESECHABLES, ¿SÍ O NO?
Según la asociación medioambiental alemana Deutsche Umwelthilfe, 7,6 millones de vasos desechables acaban todos los días en la basura (o en medio de la naturaleza). Su fabricación requiere la emisión de 83.000 toneladas de CO2 al año y la tala de 43.000 árboles.
Sin embargo, las tazas de cerámica y los envases reutilizables consumen mucha más energía si tenemos en cuenta su fabricación y transporte , sin olvidar el mantenimiento diario, porque hay que lavarlos con agua caliente y con lavavajillas a mano o a máquina. Solamente si las utilizamos durante varios años y las lavamos lo menos posible, las tazas reutilizables serán más ecológicas que sus equivalentes desechables.
AL HORNO Y LISTO
Todas las pizzas no son iguales. Sin embargo, en el plano ambiental, una pizza elaborada en casa ocasiona las mismas emisiones de gas de efecto invernadero que su equivalente congelada del supermercado. A grosso modo, 100 gramos de pizza producen 600 gramos de CO2. ¿Por qué la versión congelada no tiene una huella más pesada?
Simplemente porque la parte del transporte y del almacenaje en la huella ecológica es insignificante. La congelación consume energía, pero protege mejor los alimentos, lo que permite ahorrar en embalaje. Los productos elegidos como guarnición son determinantes para la huella ecológica. El instituto de investigación para el desarrollo sostenible Ökoinstitut de Friburgo, en Alemania, ha calculado que representan la mitad de las emisiones de CO2. El queso es el que se lleva la peor nota, seguido del salami, ya que una loncha suplementaria es suficiente para aumentar considerablemente el impacto climático.
MÁS VALE QUE SOBRE...
La abundancia de bienes no siempre es perjudicial. En el caso de una camiseta de algodón, incluso es preferible a la frugalidad. Porque lo esencial de las emisiones de CO2no se debe, como podríamos pensar, al proceso de fabricación de la ropa, sino a su uso cotidiano.
La consultora Systain analizó durante varios años la vida media de una camiseta, realizando un seguimiento que empezaba desde que se recogía el algodón en Estados Unidos hasta que se tiraba a la basura, tras 55 lavados, pasando por su proceso de elaboración en Bangladesh y utilización en Europa.
Es verdad que las lavadoras son más eficaces hoy en día y que las secadoras consumen menos energía, pero en principio, nada ha cambiado. Lavar la camiseta a 60 grados, meterla en la secadora y plancharla después aumenta la huella ecológica de la prenda hasta tal punto que más vale comprar dos camisetas, lavarlas en el programa delicado y tenderlas a secar.
ALFOMBRA ELÉCTRICA
Los que quieren cuidar el planeta utilizan transporte público: según el Ministerio alemán de Medio Ambiente, el autobús emite gases de efecto invernadero equivalentes a 76 gramos de CO2por pasajero y por kilómetro. El tranvía, el metro y el tren de cercanías reducen esas emisiones a 71, es decir la mitad que el coche, que emite más de 142.
La bicicleta eléctrica es todavía más ecológica. Funciona únicamente con electricidad, a diferencia de la bici de ayuda eléctrica (VAE), en la que el ciclista puede pedalear, ayudado por un motor de una potencia máxima de 250 W. Estas bicicletas generan alrededor de 6 gramos de CO2 por kilómetro y por persona. Contrariamente a las baterías de los coches eléctricos, las baterías de litio de las VAE no reducen en picado la huella ecológica de la bicicleta; la fabricación y el tratamiento al final de la vida útil no produce más que un coche en 100 km.
TODO EN EL MISMO SACO
Las bolsas grandes de papel que se dan en las tiendas o sustituyen a las de plástico en los supermercados parecen muy ecológicas.
Pero en realidad, la huella de la bolsa de papel deja mucho que desear, incluso en opinión de las asociaciones ecologistas. Su fabricación consume mucha más agua y energía que su equivalente en plástico: por tonelada, requieren casi la misma cantidad de electricidad que la producción de acero. Sin contar que intervienen sustancias químicas que deben después eliminarse. Además, si se mojan, las bolsas de papel no pueden reutilizarse porque se deshacen. Conclusión: más vale una bolsa de calidad, que nos servirá más tiempo.
MADERA NO TAN SOSTENIBLE
Una vez talado, un árbol no es muy ecológico. Sin embargo, los daños son más limitados si la madera se destina a la construcción, porque el carbono que contiene no se emitirá inmediatamente a la atmósfera. Pero, las casas de madera ¿son verdaderamente tan ecológicas? Desgraciadamente no. Comparadas con otros tipos de construcción, cuentan al principio con alguna ventaja a su favor, pero a largo plazo, la ventaja del carbono es mínima.
Es la fase de su utilización la que cuenta. Y ahí, los edificios de ladrillo, de piedra caliza o de hormigón celular presentan una mejor huella medioambiental que la construcción en madera: conservan mejor el calor y las fluctuaciones térmicas en su interior son menos importantes. Resultado: la necesidad de calefacción disminuye.
El año pasado la consultora LCEE calculó el consumo de CO2 de distintos tipos de edificios. El resultado es sorprendente: en cincuenta años, un inmueble de piedra consume 16 toneladas de CO2 menos que el equivalente en madera.
La diferencia aumenta más a largo plazo. Además, aunque ningún edificio es eterno, el “bonus” del que se beneficia la casa de madera al principio termina por desaparecer si tenemos en cuenta todo el carbono que se libera cuando ésta se destruye. Un carbono que, en teoría, los árboles podrían conservar, si no los hubiéramos talado.
DE LOS CONFINES DEL MUNDO
Si encontramos manzanas autóctonas en el mercado hasta principios de verano, es gracias a un proceso de conservación muy preciso. Las frutas recogidas a finales de otoño se conservan a baja temperatura, a unos pocos grados en un entorno controlado , con un poco de oxígeno y mucho CO2. Un procedimiento aberrante desde el punto de vista climático, que nos lleva a la absurda constatación de que una manzana fresca recogida en Nueva Zelanda a casi 20.000 km de nuestra casa consume menos energía que una manzana local almacenada durante meses.
AGUA VA
La mayoría de los europeos compran agua mineral embotellada que transportan hasta sus casas en cajas enteras. Luego tienen que llevar los envases al contenedor amarillo para reciclar. Sin embargo, tenemos a mano agua potable de calidad, casi gratuita e irreprochable desde el punto de vista sanitario: el agua del grifo. Solo le faltan las burbujas... El agua corriente presenta también una excelente huella ecológica. El instituto de investigación suiza ESU Services, especializado en las ACV, ha calculado que el consumo de energía del agua mineral es equivalente al del petróleo: se incluye entre 100 puntos (botellas PET reciclables, trayectos cortos) y 300 puntos (botellas reutilizables de vidrio, trayectos largos). La del agua del grifo está a 0,4 puntos.
PÁGINAS VERDES
Indiscutiblemente, el libro es un bien cultural precioso. Pero desde el punto de vista ambiental, no es irreprochable. El científico británico David Reay, ha calculado que la fabricación de un libro libera 3 kilos de CO2. La lectura electrónica se hace interesante a partir del décimo libro. Respecto a la huella de carbono, el libro de papel y el libro electrónico están a la par. Pero este cálculo no tiene en cuenta los minerales extremadamente consumidores de energía sin los que no podría existir el Kindle, lo que hace afirmar a los expertos que la compra de un lector electrónico es rentable, ecológicamente, solo a partir de 30 libros.