Existen formas diversas de experiencias que cambian la vida. Para Sepp Eisenriegler todo empezó un día de 1993 en el que se le estropeó el lavavajillas. "Vino un técnico a echarle un vistazo y dijo: 'tiene más de cinco años: será mejor que compre uno nuevo'". "Yo siempre había sospechado que el servicio técnico contratado por el fabricante actúa como el brazo largo del departamento de ventas y cobra comisión por cada aparato nuevo que vende", afirma Sepp.
Por eso, este antiguo monitor de esquí, padre de dos hijos, decidió buscar una segunda opinión independiente. El problema resultó ser algo trivial: el tubo de desagüe estaba obstruido. La reparación llevó solo unos minutos y costó unos pocos euros.
En aquella época, Sepp estaba estudiando en la universidad de Viena para convertirse en profesor de geografía de secundaria. Pero nunca llegó a sacarse el título. Desde hacía mucho tiempo le preocupaba la obsolescencia inherente a los bienes de consumo, y la experiencia que tuvo con el lavavajillas le llevó a hacer algo práctico para contrarrestar la extendida aceptación de los residuos visibles por parte de la sociedad.
22 AÑOS MÁS TARDE, el mundo de Sepp es un almacén en un pequeño polígono industrial de Viena. En un laberinto de habitaciones, hay pilas de cocinas, neveras, televisiones y ordenadores usados, y montones de radios, licuadoras, trituradoras, tostadoras y demás aparatos: cosas que la mayoría de nosotros tiraríamos a la basura en cuanto expirase la garantía y empezaran a averiarse.
Pero son devueltos a la vida por un equipo de habilidosos ingenieros electrónicos y mecánicos. Se trata del Centro de Servicio y Reparación (RUSZ) que creó Sepp en 1998 mientras trabajaba como asesor medioambiental en el Ayuntamiento de Viena.
RUSZ es una lección práctica de cómo hacer que las cosas duren, dándoles a los consumidores un mayor valor por su dinero.
Sepp aparenta 10 años menos de los 62 que tiene. Entra a zancadas en una habitación llena de aparatos de televisión de pantalla plana que parecen nuevos. Están prácticamente nuevos. "En RUSZ no decimos de segunda mano", explica Sepp, "decimos segunda vida".
Afortunadamente, este nuevo aliciente en el concepto de la vida no se aplica solo a los aparatos eléctricos.
RUSZ juega también un papel en la sociedad. Muchas de las personas que trabajan allí no han estado siempre tan bien preparadas. Sepp Eisenriegler ha dado empleo hasta la fecha a 300 parados de larga duración, marginados y discapacitados, para que se ganen la vida y tengan la oportunidad de aprender nuevas técnicas y ganar la confianza suficiente para volver a integrarse en el mercado laboral.
"Te presento a Herbert", dice Sepp. "Herbert puede tardar menos en arreglar una televisión que lo que la mayoría de la gente tarda en descubrir cómo se enciende". "Es mi pasatiempo y mi pasión", dice Herbert Breitfelder. Herbert tiene 49 años. Antes vendía piezas de repuesto de coches hasta que su empresa quebró. En 2001 llegó a RUSZ, donde se recicló laboralmente. En la actualidad, enseña a otros empleados de RUSZ a reparar no solo aparatos de televisión, sino también ordenadores, reproductores de vídeo y DVD.
"Muchas personas no saben dónde llevar a reparar sus aparatos", afirma "o piensan que es caro y los grandes almacenes los tientan con ofertas baratas para que compren aparatos nuevos".
Sepp asiente con orgullo. "Gracias a personas como Herbert, hemos evitado que 10.000 toneladas de residuos de equipos eléctricos y electrónicos —más conocidos como "RAEE"— acaben prematuramente en los vertederos". Desde el punto de vista deudor, cada ciudadano de la UE produce alrededor de 16 kilos de RAEE al año.
"Casi todo el mundo lleva su coche a revisión regularmente para que siga funcionando", añade Herber, "entonces, ¿por qué no lo hacen con sus lavavajillas y aparatos de televisión?".
Sepp puso en marcha RUSZ gracias a unas subvenciones que ascendían a 1,34 millones de euros, la mitad procedentes del Ayuntamiento de Viena y la otra mitad de la UE.
"Teníamos 3 empleados fijos y 12 temporales, que eran parados de larga duración, mendigos o discapacitados. El trato era que permanecerían con nosotros durante un año mientras les enseñábamos a reparar los aparatos".
A pesar de las subvenciones, RUSZ tenía que generar el 30% del presupuesto. "Fuimos al centro de residuos y reciclado del Ayuntamiento y allí nos permitieron coger las mejores lavadoras y lavavajillas. Los reparamos y los vendimos. Eso, unido al cobro por la reparación de los aparatos hizo posible poner la empresa en marcha".
El primero en conseguir que Sepp le diera un empleo en 1998 fue Michael, de 53 años. Cuando la empresa de electrónica para la que trabajaba fue reubicada en Eslovaquia, fue despedido. Tras enviar 150 solicitudes de trabajo y ser rechazado en todas ellas, Michael empezó a beber. Eso acabó con su matrimonio y sus hijos no querían saber nada de él.
Un día, cuando Michael no se presentó en RUSZ, Sepp fue a su casa. "Te lo dije, 'si quieres quedarte con nosotros un año tienes que dejar de beber, si no tendrás que marcharte'".
"Dejó de beber. Le dimos trabajo y más tarde consiguió un empleo a jornada completa como asistente técnico en un centro educativo para adultos. En la actualidad sigue trabajando allí. Lo mejor es ayudar a los demás a volver a una vida normal y feliz. Pueden llegar endeudados, deprimidos o desesperados, pero luego ves cómo el trabajo les cambia la vida. Es como quitarles un saco de 100 kilos de la espalda".
Christian, de 54 años, lleva solo 6 meses en RUSZ. Es un hombre fuerte, de voz áspera y sonrisa cautivadora. Ayuda a recoger y entregar los aparatos eléctricos, cobra a los clientes y también es responsable del programa informático que regula la entrada y salida de los aparatos en RUSZ.
"También soy el hombre de la basura", afirma, porque tira los aparatos que no se pueden reparar a un cubo para chatarra. "Es un buen trabajo", dice. "Tengo una buena relación con mis colegas".
Christian trabajaba antes con robots como electricista en General Motors. Hoy cumple una condena mínima de tres años por golpear a un hombre en una borrachera.
"Estoy fuera de la cárcel, pero vivo en una casa de reinserción social para reclusos", explica. "La última parte de la condena depende de si conservo este trabajo".
Christian trabaja en RUSZ de 8 de la mañana a 7 de la tarde, cinco días a la semana. Durante los dos primeros meses trabajó sin sueldo, porque estaba muy motivado por recuperar su vida normal. Ahora ve a su mujer y a su hija de 32 años. "Tengo un estilo de vida sencillo", afirma, "pero es una buena vida".
En 2003, Sepp fundó otra empresa vinculada a necesidades sociales y medioambientales, el Centro de Desmantelamiento y Reciclado (DRZ) que, como RUSZ, da empleo a los parados y gana dinero con todos los materiales que RUSZ no puede reparar o reutilizar.
Dos años después, las dos empresas daban empleo a 120 personas y facturaban 600.000 euros. Un cuarto de esa cantidad provenía de la reparación y venta de productos de segunda vida. También fundó Repair Network Vienna (Red de reparaciones de Viena), una confederación de más de 60 tiendas y empresas que garantizan la reparación y arreglo de las cosas.
Sepp ESTÁ afincado en viena, pero sus empresas se extienden por toda Europa. En 1999, fue miembro fundador y después presidente de RREUSE, un grupo de 26 redes de reparación y reciclado en 15 países miembros de la UE, que en su conjunto emplean a unos 77.000 obreros y cuentan con más de 60.000 voluntarios y personal en prácticas.
Como presidente se siente muy orgulloso de que su presión diera como resultado la promulgación de las directrices marco de la UE sobre los RAEE y los Residuos que fomentan las redes de reutilización y reparación de productos.
"Gracias a su larga experiencia en reparación, Sepp sabe que hay determinados aspectos del diseño de los aparatos que no son tan buenos como deberían, y hace campaña entre los fabricantes para que los mejoren", afirma Silvia Maurer, directora de sostenibilidad y seguridad de la organización de consumidores europeos BEUC, con sede en Bruselas, que representa a 40 organizaciones nacionales de consumidores independientes de 31 países distintos.
“A Sepp, como a nosotros, le preocupa que los fabricantes faciliten más información a los consumidores acerca de la duración que debe tener cada aparato según su diseño y el coste de las piezas de repuesto, y premia a aquellas marcas cuyo objetivo es la durabilidad". El 85% de los consumidores de la UE afirma que quiere comprar productos duraderos.
No todos los aparatos se pueden reparar. Algunos fabricantes de ordenadores portátiles y cepillos de dientes eléctricos los diseñan de tal manera que si alguien intenta cambiar las pilas, el revestimiento o carcasa se rompe irreparablemente. "Esa vida útil premeditadamente limitada supone una clara violación de las directrices de la UE", afirma Sepp.
Aunque RUSZ ha ganado un montón de premios a las mejores prácticas, incluido uno de la ONU, no todo ha salido como pretendía Sepp Eisenriegler.
En 2007, cuando empezó a notarse la crisis económica, el Ayuntamiento de Viena le dijo que iban a retirar las ayudas a RUSZ. También desaparecieron las ayudas de la UE.
"Se dijo que este modelo de RUSZ y DRZ para devolver un puesto de trabajo regular a las personas en riesgo de exclusión era caro, que lo era, pero el 71% de los que permanecieron con nosotros un año consiguieron después un empleo en el mercado laboral normal".
RUSZ estuvo a punto de cerrar. Siempre optimista, Sepp la convirtió en una empresa privada sin ánimo de lucro en 2008, y se separó de DRZ, que continuó su camino como entidad independiente.
COMO DIRECTOR GENERAL de una empresa privada, Sepp afirma que él es "un empresario accidental" que navega por un mundo en el que hay que pagar IVA e impuestos de los empleados. RUSZ se convirtió en una sangría económica para Sepp. "Puse 100.000 euros en la empresa y ya no tengo más", afirma.
Sin embargo, tiene respaldo del banco y de Gabriel, su mujer, que le apoya y trabaja para el Ayuntamiento de Viena, asesorando a aquellos que quieren crear un negocio privado sobre sus obligaciones legales y de otro tipo. "Se queja de las 60 horas a la semana que le dedico, pero también se siente orgullosa de mí".
Después de una época difícil, RUSZ vuelve a crecer. "Nos estamos beneficiando de la permanente incertidumbre económica porque la gente se decide a reparar más sus aparatos o a comprar productos de segunda vida". La sala de RUSZ donde se exponen los objetos a la venta, llena de impacientes buscadores de gangas, lo corrobora.
Hoy en día, el 80 por ciento de los ingresos de RUSZ (708.000 euros) proceden de las reparaciones y 116.000 euros de la venta de productos de segunda vida. Los hogares con un nivel de renta bajo obtienen un 20% de descuento. En la actualidad, RUSZ emplea a 25 personas, 22 de los cuales son temporales como Christian. Los tocadiscos están entre los productos más vendidos, gracias a la popularidad de los discos de vinilo entre los jóvenes y las radios de válvulas vintage.
RUSZ tiene muchas radios con la parte delantera decorada con los nombres de las emisoras consignadas para siempre en la historia de las retransmisiones. "Las piezas pueden ser difíciles de encontrar. Es necesario hacer una labor detectivesca", afirma Sepp, "pero si conseguimos que funcionen se venden por 400 euros".
Harald Reichl, de 53 años, economista del departamento de Energía del Ayuntamiento de Viena, ha comprado un horno eléctrico, una máquina de café y una lavadora de segunda vida.
"Todos son buenas marcas y me ahorro dos tercios del precio en comparación con los nuevos, y las piezas nuevas tienen dos años de garantía y la mano de obra un año de garantía", afirma Reichl.
"Pero no es solo una cuestión de dinero", añade. "Sepp está desafiando al ciclo de producción económico en el que la materia prima y los recursos minerales son extraídos de los países pobres del sur y después enviados al este para su fabricación, donde los costes laborales son más bajos, y por último transportados como producto final al oeste, donde se venden por precios baratísimos".
En respuesta al interés de empresarios sociales de toda Europa, Sepp está trabajando en un manual de Franquicias Sociales para enseñar cómo crear empresas como RUSZ y "lo que hay que hacer para lograr un equilibrio económico, social y medioambiental".
También está en conversaciones con un gran fabricante europeo para la fabricación de lavadoras simples de bajo consumo.
"Sería un producto de gama alta, pero barato y duradero. No sería para vender, sino para alquilar, con un depósito de 150 euros y una cuota mensual de 10. No hace falta comprar algo con múltiples programas, propenso a los errores, cuando en realidad todo lo que necesitamos es lavar la ropa y una lavadora que dure para siempre".