Astrid Baumgardner ya se había acostumbrado a su rutina de todas las mañanas. Su marido, un abogado bursátil, se levantaba a diario emocionado de irse a la oficina. Mientras que Astrid cada vez se sentía con más ganas de quedarse en la cama. A ella debería de haberle encantado su trabajo: era socia de un despacho de abogados en Nueva York con un buen sueldo. Sin embargo, no lograba tener el entusiasmo que veía en su marido: el puesto no satisfacía su necesidad de ayudar ni tampoco le daba una sensación de propósito.
Así que, en el año 2000, después de 24 años como abogada, dejó la profesión y sacrificó su prestigio por la pasión. Después de distintos puestos en diversos campos, en 2008 obtuvo su certificado como consejera de vida y empezó su propio negocio.
Actualmente, como conferencista y coordinadora de estrategias de carrera en la facultad de música de la Universidad de Yale (puesto que tiene desde 2011 y que ama), Baumgardner ayuda a los estudiantes a tomar decisiones tan difíciles como las propias. Por medio de sus historias y la suya propia, ha descubierto que la gente se siente más realizada cuando se decide por opciones que se alinean con sus valores más profundamente arraigados.
A continuación te presentamos la manera en que puedes mantenerte fiel a los tuyos.
Descubre tus Valores
Si deseas moldear tu vida de acuerdo con tus ideales, primero tienes que saber cuáles son esos ideales. Astrid empieza sus sesiones pidiendo a los participantes que identifiquen de una lista, los conceptos que son más importantes para ellos: honestidad, estructura, familia, etcétera. Ella comenta que “esas cualidades son influencia de tus padres, tu cultura y la sociedad en su conjunto, pero debes adueñarte de tus propias decisiones”.
Esta es la parte delicada: casi todas estas cualidades son las que la mayoría de nosotros considera importantes. “Hay muchos ‘deberías’”, comenta. Por ejemplo, sentimos que deberíamos buscar la aventura, pero en realidad, pasamos nuestro tiempo libre viendo series. Para determinar qué principios son más que aspiraciones, ella pide a sus clientes que reflexionen acerca de situaciones que concuerdan con ellos.
Para uno de sus alumnos la creatividad y el aprendizaje eran clave. “Sentía que ser parte de una orquesta apagaría ese deseo: no tendría autonomía para tocar lo que quería ni cómo lo quería”, menciona. Después de graduarse, se lanzó a una carrera como solista y conferencista, y se convirtió en director de un grupo de música nueva que estrena obras de compositores contemporáneos.
Busca el Momento
Identificar tus valores te guiará en la dirección correcta, pero unas estrategias te pueden ayudar a darles seguimiento. Antes de tomar una decisión importante haz algo que te ponga de buen humor: ejercicio, sal con amigos, haz trabajo voluntario. Los investigadores afirman que estas actividades incrementan nuestro estado de ánimo y que esto, a su vez, aumenta los niveles de dopamina en ciertas zonas del cerebro, lo que mejora nuestras habilidades cognitivas y nos ayuda a sopesar distintas opciones.
En un estudio de 2013, Ellen Peters, profesora de psicología de la Ohio State University (OSU, por sus siglas en inglés) siguió a dos grupos: uno que recibió bolsas con dulces y otro que no las recibió. Los sentimientos positivos que despertaron los regalos, influenciaron a los sujetos a tomar mejores decisiones e incrementó su memoria. “Si logras que una persona sea un poco más feliz, se puede convertir en mejor tomador de decisiones”, comenta Peters, directora también de ciencias colaborativas para la toma de decisiones en la universidad.
El problema es que las decisiones más difíciles muchas veces llegan en los momentos más inconvenientes. Cuando estás bajo presión, Peters recomienda consultar a un familiar, amigo o, en algunos casos, un profesional. Pueden proporcionarte orientación que no está matizada por la presión de una fecha límite, el drama de una pareja o un techo con goteras, que debilitan tu fuerza mental.
Equilibra las Opciones
Continuamente se toman decisiones que contradicen nuestros ideales, sin importar lo firmes que sean. “Hay muchos valores que con frecuencia entran en conflicto entre sí”, dice Peters. “No tiene que ver tanto con que la gente no sepa lo que quiere, sino que hay muchas cosas que deseamos, y no sabemos cómo intercambiar.”
Por ejemplo, una pareja de jubilados puede estar indecisa entre el deseo de involucrarse de forma activa en la vida de sus nietos y viajar. Aunque una sola decisión podría parecer una pugna entre impulsos que compiten, las decisiones más amplias no tienen que ser disyuntivas, es decir, esta o la otra. Esa pareja podría posponer su viaje y explorar lugares más cercanos, o comprometerse a reservar un tiempo para viajar con su familia cada verano, sin importar lo que pueda surgir.
A un omnívoro que desee dejar de consumir productos animales podría resultarle más sencillo hacer ajustes a pequeña escala. Si está en contra de la agricultura industrializada, podría considerar consumir carne criada éticamente; si quiere mejorar su salud, puede optar por lo que Mark Bittman, el gurú de los alimentos, llama la dieta “vegana antes de las 20 horas”.
Mantén el Rumbo
En Yale los estudiantes entran con frecuencia titubeando a la oficina de Astrid, cuando deben tomar decisiones importante o cambios de vida. Aunque cada caso es único, Astrid suele empezar por examinar qué fue lo que llevó a un cliente a tomar un camino y luego presenta las formas en que pueden volver a recuperar esa inspiración.
Por ejemplo, un pianista puede beneficiarse si escucha al compositor que despertó su interés por el instrumento. También el rodearte de personas que comparten tu pasión.
Si sigues luchando no hay porqué sentir pena de volver a revisar tus valores. Si estás decidido a participar en algún programa para ofrecer comida a personas sin hogar, pero te pasas la tarde con tus compañeros, es posible que para ti sea más importante socializar que el voluntariado.
También puedes darte cuenta de que lo que creías que era una prioridad en realidad tiene que ver más con cumplir las expectativas de tus padres, colegas o cultura. “Si tus valores se alinean con quien realmente eres, nadie tendrá por qué pedirte que tomes esas decisiones”, dice Astrid. “Solo te sentirás bien.”