QUIZÁ NO TE DES CUENTA, pero cuando miras a tu pareja a los ojos, es probable que veas una versión modificada de ti mismo. Los investigadores saben que los seres humanos tendemos a elegir parejas que se nos parecen en talla, complexión y raza… y a veces hasta en facciones.
Así ocurre con Lot Geels y su marido, Brock Mosovsky, de Ámsterdam. “Los dos tenemos el pelo rubio y los ojos azules”, dice ella. “Ninguno de los dos es muy alto. Somos musculosos y de ascendencia mayormente europea”.
Según un creciente campo de investigación, aunque no te parezcas a tu cónyuge es probable que compartáis características no físicas, como nivel de estudios, posición socioeconómica, religión, rasgos de personalidad e incluso valores fundamentales.
Lot y Brock también entran en esta categoría. “Los dos tenemos doctorado y nos dedicamos a la investigación”, añade ella. “Nos encanta el ejercicio, sobre todo la escalada, el esquí y el snowboard. Coincidimos bastante en opiniones y somos gente trabajadora, sociable y amistosa”.
Los investigadores llevan décadas estudiando el fenómeno de las personas parecidas que forman pareja —llamado emparejamiento selectivo positivo—. Si estás seguro de que “los opuestos se atraen”, te sorprenderán los descubrimientos de la investigación, que demuestran lo contrario. Si, en cambio, crees que “los similares se atraen”, entenderás mejor por qué en nuestra inmensa mayoría los seres humanos buscamos parejas que de cierta manera reconfortante nos recuerdan a nosotros mismos.
“Hay un elemento de previsibilidad cuando sales con alguien de extracción parecida”, dice Ty Tashiro, autor de The Science of Happily Ever After (“La ciencia del vivieron felices para siempre”). “Es menos amenazante, da menos miedo. Será una persona más familiar desde el principio. La familiaridad es algo que nos atrae”.
Casi siempre el emparejamiento selectivo positivo se produce de forma inconsciente (a menos que deliberadamente busques a alguien del mismo origen étnico o religión). Esto es lo que ocurre en la vida real:
La gente del barrio
Las razones más obvias para casarte con alguien como tú son la comodidad y la geografía. “Es más probable conocer a una persona de tu mismo círculo social porque va al mismo colegio o universidad, o porque vive en la misma zona”, dice Abdel Abdellaoui, investigador en genética en la Universidad Libre de Ámsterdam.
Abdellaoui observó que en Holanda la población del norte se distingue genéticamente de la del sur porque todos tienden a casarse con sus vecinos. “Muchas de las semejanzas genéticas se pueden explicar por la procreación entre personas de la misma ascendencia”, dice Abdellaoui. “Nuestra investigación se centra en si las personas se emparejan de manera selectiva o no, y está claro que sí. La mayoría de las parejas de cónyuges se parecen entre sí más de lo que cabría esperar si el emparejamiento fuera aleatorio”.
Desde luego, uno no vive siempre en el barrio donde creció. Si va a la universidad, se irá a una residencia universitaria, donde estará rodeado de personas del mismo nivel intelectual y socioeconómico. Cuando empieza a trabajar, tal vez se mude a una ciudad donde le sea más fácil encontrar trabajo, y entonces dedicará la mayor parte de la jornada relacionándose con compañeros de profesión del mismo nivel de estudios y posición socioeconómica parecida.
Si es abogado, probablemente se enamorará de un colega u otro profesional que conozca por medio de sus compañeros de profesión o amigos.
De todas formas habrá encontrado una pareja por emparejamiento selectivo positivo, pero las semejanzas físicas serán menos evidentes. “Los cónyuges con estudios superiores tienen hijos provistos de una variación genética ligeramente mayor que aquellos de estudios más básicos porque migran menos”, explica Abdellaoui.
El atractivo físico
Si alguna vez te ha extrañado ver a una mujer guapa de la mano de un hombre muy feo, no te sorprenderá saber que según los estudios se trata de un fenómeno infrecuente: en la mayoría de los casos nos emparejamos con personas del mismo grado de atractivo.
“Las personas más atractivas se emparejan con sus equivalentes, al igual que las medianamente atractivas y las poco atractivas”, dice Tashiro. “Puede haber discrepancias, claro, por lo común debidas a desigualdades socioeconómicas y no en cuanto al atractivo físico”. Esto no significa que a las personas poco atractivas no les llamen la atención las atractivas. Más bien, explica Tashiro, “nos damos cuenta de nuestro grado de atractivo y de que tenemos mayor probabilidad de ser correspondidos por personas de un grado más o menos equivalente”.
“Hay algo llamado seguro de fidelidad”, dice John Speakman, profesor del Instituto de Ciencias Biológicas y Ambientales de la Universidad de Aberdeen, en Escocia. “Eso significa que elegimos parejas que se encuentren aproximadamente a nuestro mismo nivel de atractivo físico porque queremos asegurarnos de que no nos engañen”.
Evaluar las opciones
El seguro de fidelidad y el emparejamiento selectivo también pueden influir en la complexión que preferimos en nuestras posibles parejas.
La investigación de Speakman revela que los obesos tienden a estar casados con obesos. “Si se pregunta a personas de distinto peso corporal qué tipo de cuerpo les atrae, todos prefieren la delgadez”, dice Speakman, “pero los obesos quizá no consideren a alguien delgado una buena opción como pareja para toda la vida”.
Al ser un campo de estudio relativamente nuevo, no se sabe si los matrimonios obesos eran así cuando se conocieron. Los investigadores especulan que algunas parejas engordan al mismo tiempo debido a que tienen hábitos comunes de dieta y ejercicio.
Por lo mismo, creen que las parejas delgadas se mantienen así porque comparten hábitos saludables.
“Terminamos con parejas parecidas en cuanto a atractivo, pero parte de ese efecto se debe a cómo nos cambiamos unos a otros con el tiempo”, dice Paul Eastwick, profesor adjunto en el Laboratorio de Investigación sobre Atracción y Relaciones de la Universidad de Texas.
En pocas palabras
El emparejamiento selectivo no se limita al peso. Las personas altas tienden a emparejarse, y también las bajitas. “En los años cincuenta y sesenta los investigadores medían en las parejas dimensiones como circunferencia de las muñecas, tamaño de la cabeza y largo de las piernas y los pies”, dice Anthony Little, profesor de la Universidad de Stirling, en Escocia. “Observaron que hay pequeñas pero numerosas correlaciones entre estas magnitudes, lo que en cierto modo no es de extrañar: los altos buscan pareja entre los altos y los corpulentos entre sus iguales”.
Como los hombres son más altos que las mujeres, las parejas coinciden según ciertas proporciones de estatura. Un hombre más alto que el 90 por ciento de los hombres probablemente se casará con una mujer más alta que el 90 por ciento de las mujeres. “Es muy raro ver a un hombre bajito con una mujer alta”, dice Speakman, “a menos que tenga cualidades excepcionales que compensen su estatura, como Tom Cruise”.
La imagen del espejo
Muchas personas eligen parejas que se parecen a ellas en un aspecto, sea el color del pelo y la piel, la forma de los pómulos o la mandíbula. “Todo es cuestión de visión repetida”, dice Little. “Cuanto más vemos algo, más nos gusta. Nos gustan quienes se nos parecen porque conocemos nuestros rasgos”.
Algunos estudios indican que quienes se nos parecen nos tranquilizan. “Hay algunas pruebas de que tendemos más a confiar en una cara nueva si tiene cierto parecido con la propia”, dice Eastwick.
El gusto por los valores
Muchas parejas comparten cualidades como accesibilidad, generosidad y bondad. “Varios estudios realizados en distintos países han demostrado que los matrimonios aprecian de modo parecido los rasgos altruistas”, dice Arnaud Tognetti, investigador del Instituto de Estudios Avanzados de Toulouse, en Francia.
Otros estudios indican que cuanto más tiempo pasan juntas las parejas, es más probable que muestren grados comunes de generosidad y cooperación. Sin embargo, en un reciente estudio, Tognetti observó que algunas parejas muestran esas características desde el principio, lo que quizá contribuya a que se atraigan más.
“La conducta cooperativa puede indicar una propensión a otras acciones altruistas, como cuidar a los hijos y mantener a la familia”, dice Tognetti. “Al elegir una pareja cooperativa, elegimos un padre o una madre que invertirá muchas ganas, tiempo y recursos en el cuidado de los hijos. Como la inversión parental es un recurso vital, procrear con una pareja cooperativa es muy conveniente”.
El modo de ser preferido
También nos emparejamos selectivamente según ciertos rasgos de personalidad. “Las mayores pruebas de parecido entre parejas se refieren a la extroversión: el modo de ser sociable, amistoso y accesible”, dice Little. “También encontramos correlaciones entre las parejas en cuanto a confianza, escrupulosidad y un amplio espectro de intereses”.
Lo contrario también es cierto: algunos estudios demuestran que las parejas se juntan por características como la depresión, la ansiedad y la hiperactividad. “Cuanto más graves son los síntomas, más fuerte es el emparejamiento selectivo”, dice Abdellaoui. “Aún no sabemos por qué. Quizá tienen lazos más estrechos porque han compartido experiencias estresantes parecidas.
El factor de la felicidad
Si tienes muchas semejanzas con tu pareja, alégrate: algunos estudios demuestran que cuanto más tengan en común, más probable es que sigan juntos. “En una muestra comparativa de distintos grupos de población, la duración de la relación se correlacionó positivamente con la semejanza”, dice Little. “Algunos estudios indican que las parejas disímiles tienen menos probabilidades de permanecer unidas. Quienes siguen juntos son los más parecidos”.
Lot Geels ha comprobado que los rasgos y cualidades que su marido y ella comparten los han ayudado a estar más unidos. “Creo que eso facilita las cosas”, dice. “No disentimos en las cosas importantes de la vida”.
Pero aun así no hay recetas para asegurar una unión feliz: los investigadores no han observado que la presencia o ausencia de ciertas características mejore la calidad de la relación. “Ni siquiera podríamos predecir el éxito de una pareja”, dice Abdellaoui. “No me atrevería a aconsejar a nadie sobre su elección de pareja en base a lo que sabemos, sobre todo en el aspecto genético. Sigue solo a tu corazón”.