Son las diez de la mañana de un soleado día de septiembre y los jardines de la apacible periferia de Oslo ya rebosan actividad. Korsvoll Terrasse es una tranquila calle arbolada en un barrio de clase media, con casas de ladrillo y pizarra rodeadas de vallas de madera blancas. Sus vecinos ya se han ido a trabajar, pero un grupo de hombres y mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, ha invadido la calle. Esta pintoresca tropa está sacudiendo tres grandes manzanos en uno de los jardines. Algunos trepan hasta las ramas para recoger la fruta mientras que el resto recogen con rapidez la cosecha en grandes cestas verdes. La escena se repite a lo largo de la calle, en los jardines de las calles vecinas e incluso más allá. Durante la mañana se va cargando el botín en una enorme furgoneta que se va y vuelve totalmente vacía. Anne Dubrau, de 28 años, madre de tres hijos y de origen alemán, está al mando. Empuña un largo palo para sacudir el manzano e insta a su tropa a subir más alto. “Debemos coger todas las manzanas”, grita desde el suelo. “Que no quede ni una, pero tened cuidado”. Manzanas de todas las formas, tamaños y colores cubren pronto el césped. No se trata de un robo orquestado ni de vandalismo hortícola, sino de una iniciativa social llamada Epleslang. Anne Dubrau tuvo la idea de recolectar todas las manzanas no deseadas de Oslo y convertirlas en zumo de manzana de gran calidad, para venderse en tiendas y restaurantes de la ciudad. Sin embargo, los beneficios no son el principal objetivo. Epleslang ofrece trabajo remunerado y contacto social a personas marginadas por la sociedad y excluidas del mercado laboral.
Epleslang comenzó su andadura en 2012, cuando Charlotte, hija de Anne, de cinco años en aquel momento, llegó a casa con un puñado de manzanas que había cogido sin permiso del jardín de un vecino. “Me puse en modo madre”, explica Anne. “No está bien coger cosas sin permiso. Deberías haber preguntado, puede que los dueños quieran utilizar esas manzanas”. Me miró y me respondió: “No lo entiendes, nadie coge sus manzanas”. “Me di cuenta de que tenía razón”, explica Anne. “Los jardines de Oslo están llenos de manzanos, pero gran parte de la fruta cae al suelo, donde se pudre rápidamente. La gente piensa que es más sencillo ir en coche al supermercado y comprar una bolsa de manzanas cultivadas con pesticidas que recolectar sus propias manzanas en casa. Pensé que era un desperdicio, pero ¿y si cosechásemos sus manzanas e hiciésemos algo con ellas?”. Por aquel entonces Anne estaba estudiando un máster en ciencias políticas en la Universidad de Oslo y compartió su idea con cuatro compañeros que tenían su mismo punto de vista (Runa, Stina, Renate y Eva), todos ellos emprendedores solidarios. “Investigamos con la intención de averiguar si había suficientes manzanas para que esta idea saliese adelante”. Se recorrieron a pie y en bicicleta la periferia de Oslo contando los manzanos, y calcularon que los frutales de la capital podrían producir potencialmente unas 400 toneladas de manzanas al año. En una granja urbana de Oslo dieron con una prensa que accedió a convertir las manzanas en zumo, a pasteurizarlo y embotellarlo. “Fuimos a tiendas gourmet y de comida especializada en Oslo y preguntamos si venderían nuestro zumo”, explica Anne. “En Noruega, el zumo de manzana se bebe como alternativa al vino, pero les gustó que fuese local y 100% natural”. A continuación se pusieron en contacto con organizaciones de ayuda a discapacitados, personas con dificultades de aprendizaje y jóvenes conflictivos para saber si estarían interesados en recoger las manzanas. “Todos dijeron ‘Genial, ¿cómo no se le había ocurrido a nadie antes?’”, recuerda Anne. Para entonces eran ya diez, y elaboraron un plan de negocios, recaudando entre todos 8.270 euros para crear la nueva empresa. Lo único que necesitaban ya era el permiso de los vecinos para recoger sus manzanas. “Publicamos un artículo sobre Epleslang en un periódico local”. Era mayo de 2012. Al día siguiente “la gente llamaba para decirnos ‘por favor, vengan y recojan las manzanas de mi jardín’”. En agosto, ya habían firmado con Epleslang 70 jardines. Entre las personas que se pusieron en contacto con la empresa se encuentra Marius Mjaaland, un profesor de 42 años que vive con su mujer y cuatro hijos en el distrito Norberg de Oslo. “Tenemos siete manzanos en nuestro jardín y nunca pudimos recoger más de un tercio de lo que producían”, explica Marius. “Anne y su equipo vinieron a recolectar a mediados de septiembre, y en noviembre ya teníamos nuestra primera botella de zumo de manzana. Es el mejor zumo de manzana que he probado nunca”. También recogieron las manzanas de los vecinos. “Eran manzanas buenas para comer pero maravillosas para zumo”, explica Anne. Y además, añade Marius “Anne ofrece a personas marginadas la oportunidad de trabajar”. Anne estaba entusiasmada cuando comenzó la primera cosecha. “Contratamos a cuatro personas discapacitadas y cogimos siete toneladas que nosotros mismos llevamos a la prensa en bicicleta, autobús o tren. ¡Una locura!”. Sin embargo, el dinero inicial se agotó pronto. “Durante un tiempo no pudimos contratar a gente para la recolección”, explica Anne, “pero nunca dejamos de producir zumo. Afortunadamente, en 2013 Epleslang fue nombrada la Iniciativa Social del Año en Noruega y recibió un premio de 59.000 euros. Aquel año recogieron 22 toneladas. En 2014, después de un caluroso verano, la cosecha alcanzó las 30 toneladas, superando las cifras anteriores y permitiendo producir 30.000 botellas. Treinta recolectores repartidos en cuatro equipos actuaron en más de 600 jardines frutales a lo largo de los 15 distritos de Oslo, enviando las manzanas a la prensa en la furgoneta de la empresa. Actualmente, Epleslang vende su zumo embotellado en 17 tiendas, cafeterías, restaurantes y hoteles de Oslo.
Se aprecia cierta camaradería y buen ambiente en el jardín, y entre las personas de ese grupo tan dispar que nunca se habrían conocido si no fuera por Epleslang y la vitalidad y el optimismo de Anne Dubrau. Algunos recolectores llevan sudaderas azules con las palabras Nordpolen Industrier. Esta organización ofrece a aquellas personas con discapacidad y necesidades especiales cierta formación educativa y profesional, así como oportunidades de ganar dinero en sus servicios de catering, mensajería y reparto de prensa. “Es un trabajo duro, pero me gusta estar al aire libre con la gente”, afirma Maja Fømyr, una joven de 22 años, mientras va al tercer jardín de la mañana. Tras un breve descanso (saboreando una manzana, como no) empieza a llenar una nueva cesta, riendo mientras evita una lluvia de manzanas que caen debido a la sacudida de los enérgicos Seb y Marcus. “Cuidado”, les ruega Anne, “no quiero que os caigáis en vuestra primera semana”. Seb y Marcus llegaron a Epleslang a través de Kompass & Co, una cooperativa de Oslo que ayuda a jóvenes que han abandonado el instituto, se han metido en líos o tienen falta de estabilidad en sus vidas, implicándolos en tareas de jardinería, catering y diseño de proyectos. “Antes trabajaba en la cocina de un restaurante”, explica Seb, “pero esto es más divertido”. A lo largo del día la furgoneta de Epleslang se llena hasta arriba de cestas. La conductora es Hege Helene Reistad, una becaria de 25 años que estudia desarrollo sostenible en la Universidad de Uppsala, en Suecia. Anne Dubrau cuenta con becarios para enriquecer la mezcla social. “Espero poder trabajar en algo así”, afirma Hege Helene. “Siento que puedo cambiar las cosas trabajando con discapacitados y usando los recursos locales”. Descargamos las manzanas en la prensa de la granja Abildø, un proyecto comunitario con gallinas, cabras, caballos, un aserradero y talleres de artesanía, a unos minutos del centro de Oslo. Durante los inviernos noruegos, Maja y los demás etiquetan las botellas resguardados del frío en Nordpoler Industrier y en otros talleres de Oslo para personas con discapacidad. Una vez recolectadas las manzanas, se deja una botella en cada puerta en agradecimiento. Esas botellas están envueltas con papel de regalo y van adornadas con un llamativo dibujo en blanco y negro de un gran manzano en flor, hecho a mano por el artista Peter-John de Villiers. En el dorso se narra la historia de Epleslang con palabras e imágenes. “Esperamos que las personas que nos dejan coger sus manzanas y aquellas que beben nuestro zumo se conviertan en nuestros embajadores”, explica Anne. El pasado año, Epleslang facturó 100.000 euros, y en la actualidad cubre gastos. Además, ha firmado un acuerdo con un nuevo cliente que posee cuatro cadenas de supermercados por toda Noruega. Anne es ahora la directora ejecutiva de Epleslang y recibe un pequeño salario, a pesar de que no quiere expandir la empresa más allá de Oslo. Seguir siendo local es clave en todo lo que Epleslang defiende. Es más feliz viendo cómo otros adoptan su modelo. A día de hoy se han franquiciado grupos en tres ciudades, y se espera que lo hagan más. Anne también ha iniciado conversaciones con grupos en Sicilia y Valencia, que quieren convertir en zumo limones y naranjas desechadas. “Este modelo de negocio acaba con los desperdicios, al tiempo que une y beneficia a la comunidad, y en todos los países hay fruta, ¿no?”, dice Anne. Hacerlo funcionar requiere de personas que buscan una alternativa al actual sistema de mercado, basado en la compra de productos producidos por más de un país. Sin embargo, Anne Dubrau y sus recolectores creen que Europa ya está madura para iniciar el cambio. Como ella misma dice “la mejor forma de predecir el futuro es inventándolo”.