naranjas, que aportan vitamina C y dan energía; zanahorias, cuya vitamina A es buena para la vista; chocolate, que proporciona magnesio y calma los nervios; productos lácteos, que son ricos en calcio beneficioso para los huesos; agua mineral, que contiene fósforo; y mermelada, solo por el placer…
Antes, llenábamos el carrito con toda clase de cosas. Ahora, recorremos los pasillos en busca de bienestar. No se trata solo de alimentarnos, sino de estar en forma, tener más energía, mejor figura y más belleza. Yo prefiero ir de compras sola. Los niños que dicen “mamá, ¿nos compras galletas?” y el marido que gruñe “¡date prisa!”, me impiden concentrarme en la información nutricional: calorías, grasas, carbohidratos y la famosa “IDR”: ingesta diaria recomendada. Por cierto, ¿qué ocurre si uno no ingiere la cantidad correcta de calcio? ¿Es posible tener una sobredosis de este mineral?
Todo está revuelto. Hay que encontrar un equilibrio entre lo que has visto en los anuncios (yogures para facilitar la digestión, cereales para adelgazar...) y tus preferencias personales (el chocolate de untar, saturado de grasas, pero delicioso).
Vuelves a casa sintiéndote cansada, con la bolsa llena de productos light que son tan pesados de cargar como los otros, y te das cuenta de que has olvidado lo más importante: algo para la cena de esta noche.
Anne Roumanoff